jueves

Nuestra alfombra...


A esta hora debe estar llegando de las clases de francés, supongo que no tardará en darse cuenta de mi ausencia y no tengo muy claro como va a reaccionar, si algo puedo agradecer en este momento es no tener que estar ahí para verlo. Probablemente los mejores recuerdos que tendré de Regina serán esas noches de incienso de sándalo tirados en la alfombra, solía divertirse tanto contándome las historias de una infancia llena de pasteles, globos con agua y lodo, y cantándome en un francés mal hecho  hasta que sus risas dieran paso a un pequeño ruido que no alcanzaba a ser un ronquido pero delataba su partida a un mundo de sueños, lucía tan linda abrazada a mi cuerpo y yo... yo era tan feliz. Probablemente el único recuerdo que pueda competir con aquél es el de los paseos por el parque, siempre se veía tan hermosa pero en especial cuando se enfundaba en aquél vestido de grandes tulipanes amarillos y se ponía los taconcitos blancos, caminábamos siempre al mismo ritmo, parecíamos estar sincronizados; Regina siempre se dirigía al mismo columpio, dejaba los zapatos a un lado y con un poco de esfuerzo lograba meterse en aquél armazón diseñado para un trasero mucho más pequeño, yo me sentaba a unos veinte metros de ella a verla reír cada vez mas fuerte a medida que la velocidad del juego aumentaba. La última vez que paseamos juntos por el parque apareció “él”, se sentó en el columpio de a lado,  tuvieron una corta conversación y ella dibujo algo en su mano, “un viejo amigo” fue todo lo que dijo, nos fuimos, ella sonriendo yo desorientado. Después de eso no volvimos a ir al parque juntos, empezó a llegar excesivamente tarde del francés y muy cansada para cantarme o algo así, definitivamente había pasado algo entre nosotros, pero ayer todo quedó para mi bastante claro cuando los encontré haciendo el amor en nuestra alfombra, sin embargo lo entendí,  como competir con eso cuando yo sólo soy un  golden retriever y él es un hombre de verdad.

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