A esta hora debe
estar llegando de las clases de francés, supongo que no tardará en darse cuenta
de mi ausencia y no tengo muy claro como va a reaccionar, si algo puedo
agradecer en este momento es no tener que estar ahí para verlo. Probablemente
los mejores recuerdos que tendré de Regina serán esas noches de incienso de
sándalo tirados en la alfombra, solía divertirse tanto contándome las historias
de una infancia llena de pasteles, globos con agua y lodo, y cantándome en un
francés mal hecho hasta que sus risas
dieran paso a un pequeño ruido que no alcanzaba a ser un ronquido pero delataba
su partida a un mundo de sueños, lucía tan linda abrazada a mi cuerpo y yo...
yo era tan feliz. Probablemente el único recuerdo que pueda competir con aquél
es el de los paseos por el parque, siempre se veía tan hermosa pero en especial
cuando se enfundaba en aquél vestido de grandes tulipanes amarillos y se ponía
los taconcitos blancos, caminábamos siempre al mismo ritmo, parecíamos estar
sincronizados; Regina siempre se dirigía al mismo columpio, dejaba los zapatos
a un lado y con un poco de esfuerzo lograba meterse en aquél armazón diseñado
para un trasero mucho más pequeño, yo me sentaba a unos veinte metros de ella a
verla reír cada vez mas fuerte a medida que la velocidad del juego aumentaba.
La última vez que paseamos juntos por el parque apareció “él”, se sentó en el
columpio de a lado, tuvieron una corta
conversación y ella dibujo algo en su mano, “un viejo amigo” fue todo lo que
dijo, nos fuimos, ella sonriendo yo desorientado. Después de eso no volvimos a
ir al parque juntos, empezó a llegar excesivamente tarde del francés y muy
cansada para cantarme o algo así, definitivamente había pasado algo entre
nosotros, pero ayer todo quedó para mi bastante claro cuando los encontré
haciendo el amor en nuestra alfombra, sin embargo lo entendí, como competir con eso cuando yo sólo soy
un golden retriever y él es un hombre de
verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario